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Alfredo Galbarini, Con una formación profesional como odontólogo, a los cincuenta años, se decide a invitar gente a compartir su Hobbie, la caza del Ciervo Colorado
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UN CIERVO EN ARGENTINA
Viaje a San Martin de los Andes con el convencimiento de que iba a conseguir un buen trofeo. Las perspectivas eran buenas, ya que el que seria mi guía me auguraba un buen animal me decía telefónicamente que en el coto (Sihuen en Junín de los Andes) había buenas cabezas de doce, catorce y dieciséis puntas. Tras varias charlas por teléfono y hasta que no llegue al campo, no pude conciliar bien el sueño pensando en el trofeo que podía abatir.
Después de tanta ansiedad llego el día; fue el 6 de abril. Eduardo Furlong, el guía, me paso a buscar por el hotel sobre las cinco de la madrugada. Hacia frio y llovía en San Martin de los Andes. Quince minutos pasaban de las seis de la mañana y ya estábamos sobre los caballos, donde empezamos la marcha en un cañadón. Era de noche y la luna llena iluminaba el campo como si fuese de día. A las siete y media amaneció y se empezó a ver el movimiento de los ciervos.
A medida que subíamos los cerros se podían divisar los animales, pero nada espectacular, con cabezas de ocho, diez y algún doce, aunque no muy bueno.
Lo que si se hacia sentir en lo alto de los cerros era el viento helado. Aldo el baqueano me comentaba que íbamos a ver más grandes porque sabían que estaban en el campo. Me condujo hasta un lugar por el que me decía que andaba un trece muy grueso, pero no lo encontramos. A eso de las diez y media, divisamos en el filo de un cerro situado en frente de nosotros un doce puntas con ocho hembras, decidiendo cruzar a pie y rodear todo el cerro para ver si nos podíamos acercar. Lo hicimos con Eduardo, mientras Aldo daba la vuelta y bajaba con los caballos, cosa nada fácil para nosotros que andamos a caballo tres o cuatro veces al año.
Referencia a parte a esos caballos que circulan por los cerros como nosotros por una vereda pareja, volvemos cuando nos acercamos al ciervo. Era un animal de doce puntas, nada del otro mundo, y como no me convenció decidí seguir buscando.
Continuamos caminando por el cerro que mas allá se transformaba en una meseta, cuando a unos 300 metros delante nuestro cruza un buen macho con aproximadamente diez hembras. Los animales estaban lejos e imposibles de alcanzar porque corrían como asustados. Proseguimos nuestro camino cuando a mi derecha, abajo en un cañadón, veo el “ciervo”. Estaba echado y tenia unas cuantas hembras alrededor; le digo a Eduardo que se tire al piso para que no nos vea. Cuando lo observo con los prismáticos no podía creer lo que estaba viendo. Esperamos a que llegara Aldo con los caballos para idear entro los tres un plan que nos permitiera acercarnos y disparar. Dimos todo un rodeo al cerro para tener el viento a favor nuestro y llegar a estar lo mas cerca posible del ejemplar.
En el camino nos salió un ciervo de ocho puntas a escasos cincuenta metros, pero seguimos adelante hasta situarnos a unos 150 metros aproximadamente de nuestro objetivo. Tirados detrás de unos neneos (planta típica de la estepa), lo vemos echado con trece hembras pastando alrededor. Yo quería hacer el tiro con el ciervo echado, pero Aldo no me dejo, por lo que esperamos todo el tiempo posible hasta que se incorporo para jugar el lance. Ahora puedo decir todo lo que sentimos y lo que se nos pasa por nuestras mentes en ese instante, pero solamente los que lo hacemos de forma deportiva sabemos en que consiste ese momento. Use para mi disparo un rifle todo terreno de Argentina .300 Winchester Magnum de la marca norteamericana Remington, con mira Zeiss 1,5-6x42 y puntas de 180 grains recargadas por mi amigo Franco. Fue solo un tiro y después lo de siempre…. abrazos y felicitaciones.
Quiero hacer un comentario aparte sobre el ciervo colorado, pues es una especie exótica que fue introducida para suerte de nosotros, los cazadores, en el año 1900 por Pedro Luro, que los llevo a La Pampa y de allí al sur. Pero para desgracia de las especies autóctonas, como el pudú (especie de ciervo enano), el colorado lo desplazo. En este viaje y en Bariloche me comentaron que en la Isla Victoria quieren eliminar todos los colorados para que así pueda procrear el pudú.
En Argentina hace poco tiempo que nuestros estancieros se dieron cuenta de que el ciervo colorado representa un recurso natural y una fuente de divisas, ya sea por su caza y el turismo que genera. Con todo lo anterior no quiero justificar la caza como deporte, ya que si no se lleva a cabo la actividad venatoria es porque no se siente o se practica.
ALFREDO GALBARINI